La reintroducción, una apuesta acertada

En quince años la población de lince ibérico ha pasado de 92 a 589 ejemplares, lo que supone un incremento del 626 por ciento o, dicho de otra forma, se ha quintuplicado desde el año 2002 hasta nuestros días. Este logro no ha sido fruto de la casualidad, sino que se ha conseguido a través de una estrategia de conservación basada en dos pilares fundamentales: frenar el declive de las dos poblaciones que quedaban a principio de siglo XXI, Doñana y Andújar, estabilizarlas y recuperar territorios perdidos en los últimos años para incrementar el número de ejemplares y el área de distribución de la especie, y las reintroducciones de lince ibérico.

Con la primera línea de actuación –parar  la caída en picado de las dos poblaciones existentes– se pasó de 94 individuos en 2002 a 177 en 2006. Pese a ello, se puso en marcha la reintroducción de ejemplares, ya que aunque estas poblaciones tenían un cierto potencial de crecimiento, este sería lento, pues no quedaban muchas zonas de la periferia de las áreas de distribución con capacidad para albergar territorios de lince ibérico. 

Antes de pasar a la reintroducción de ejemplares en la Península era esencial realizar un exhaustivo trabajo de selección de las áreas en las que se reintroducirían los individuos. Estas áreas debían reunir unas condiciones mínimas que permitiesen la viabilidad de la especie a largo plazo, tales como la disponibilidad de alimento o bajas tasas de mortalidad. Además, dichas áreas debían tener una superficie suficientemente extensa como para permitir la creación de una nueva población con conexión a otras áreas y, de esta forma, minimizar los riesgos de consanguinidad a largo plazo.

En este sentido, cabe recordar que hacen falta al menos 15.000 hectáreas con densidades de conejos superiores a los tres individuos por hectárea, para albergar una población mínima viable de lince ibérico –compuesta por unos 50 ejemplares adultos, 30 hembras y 20 machos–. Por ello, antes de proceder a la reintroducción, es necesario seleccionar superficies de ese tamaño con hábitat adecuado y con densidades de conejos suficientes para albergar territorios de linces.

Reintroducción

En el caso del lince ibérico, la selección de las áreas de reintroducción, se llevó a cabo en dos fases: una primera en la que se procedió a la selección de áreas a gran escala y otra, la segunda, a escala de detalle. En la primera el objetivo era identificar –a escala regional y a nivel ibérico– las áreas de presentaban unas condiciones generales de hábitat y dimensiones que pudieran acoger una población viable en el tiempo.

Con este análisis se obtuvo un mapa con una serie de manchas o parches de hábitat adecuados para el lince ibérico. Y dentro de este mapa, quienes trabajan en la conservación del felino, seleccionan aquellas con superficies superiores a 15.000 hectáreas, que son las consideradas como las potencialmente útiles. Una vez se tiene la información relativa al hábitat, se pasa a incluir información referente a la abundancia del conejo, la cual deben obtener directamente a pie de campo.

En la segunda fase, de selección de áreas a escala de detalle, el objetivo era evaluar con precisión las zonas preseleccionadas en la primera parte del proceso y, de este modo, hacer una valoración de los factores que inciden sobre los requerimientos ecológicos de la especie. En esta fase, que se realiza por el personal del proyecto sobre el terreno, se obtiene la información esencial para la selección final de las áreas de reintroducción.

¿Y qué aspectos determinan si un área es o no adecuada para la reintroducción de ejemplares? Principalmente destacan la abundancia de conejo de monte, el riesgo de mortalidad no natural (para lo que se analizan aspectos como el número de denuncias por trampeo, venenos, disparos o cualquier otra actividad ilegal ratificada por las autoridades), la disponibilidad de matorral (siendo el factor más relevante para el lince ibérico y su principal alimento, el conejo de monte) o la actitud de la sociedad de cara a las reintroducciones, de la que dependerá en gran medida el éxito de la reintroducción. Y cómo no, se evaluará la presencia de figuras de protección legal en el territorio, superficie perteneciente a propietarios privados a través de convenios de colaboración con el proyecto y la posibilidad de integración metapoblacional de las nuevas áreas seleccionadas.

Como resultado de estos estudios, en 2013 fueron seleccionadas como áreas adecuadas para la reintroducción las zonas de Vale de Guadiana (Portugal), Valle de Matachel (Extremadura), Valdecigüeñas-Sierra Norte de Sevilla, Montes de Toledo y Sierra Morena oriental (ambas en Castilla-La Mancha). En todas estas áreas, salvo en el caso de Sierra Norte de Sevilla –donde la incidencia de la nueva variante de la EHVs provocó una diminución de las poblaciones de conejo cercana al 40 por ciento con respecto a la evaluación inicial–, las reintroducciones de ejemplares se iniciaron en 2014 con la finalidad de alcanzar al final del proyecto al menos cinco hembras territoriales en cada zona.

A día de hoy, este objetivo se ha conseguido en cada una de las áreas de reintroducción, registrando la cifra de 8 hembras territoriales en Vale do Guadiana, 4 en el Valle de Matachel, 7 en Montes de Toledo y 5 en Sierra Morena oriental. Si a este hito se suma la estabilidad de los núcleos de población fundadores, en Andújar y Doñana, y el exponencial crecimiento de las primeras áreas de reintroducción en Andalucía, en los valle de Guadalmellato y Guarrizas, todas las piezas encajan dando como resultado una población estable de lince ibérico en la Península de casi 600 ejemplares.